Sociedad de Escritores "Letras y Voces de Tabasco"
  XXIV Encuentro de Escritores
 



Dicen que los mejores homenajes son aquellos que se prodigan en vida, y la agrupación de escritores tabasqueños así lo cumple este año dedicando el XXIV Encuentro de Escritores al poeta Teodosio García Ruiz.

El homenaje tiene varios motivos y todos ligados con la poesía. De acuerdo con el programa, el homenaje está dedicado al poeta porque se cumplen los 25 años de su primer libro “Sin lugar a dudas”, título que muchos –dentro y fuera del terruño- consideran el parteaguas de la poesía contemporánea que se escribe en Tabasco.
Ese primer poemario teodiciano, que a la distancia es considerado primerizo e inexperto, tiene sin embargo el desenfado, el arrebato, la pasión y potencia de voz poética que el poeta dominaría en obras mayores como “Yo soy el cantante”, “Furias nuevas” y “Nostalgia de Sotavento”.
La versión 24 del encuentro choco, arranca el 22 de marzo y se tienen preparadas lecturas de obra, talleres literarios, mesa redonda y hasta desayunos literarios. De la lista de de actividades destacan la Conferencia magistral que dictará el 23 a las 7 de la noche el poeta ecuamex Fernando Nieto Cadena “Teodosio, peligro para diletantes” en el Instituto Juárez.
Se sabe en el mundillo literario villahermosino que fue Nieto Cadena quien introdujo García Ruiz en los caminos de la bendita poesía, y que, por lo tanto, sabe más de un secreto sobre el tabasqueño que ahora es conocido como el “Tiresias de Tabasco”, ya que perdió la vista por sobredosis de azúcar.
Jiribilla aparte, el otro suceso importante en la jornada será el Diplomado de análisis literario que el doctor Álvaro Ruiz Abreu ofrecerá los días 25 y 26 por las tardes en la Casa Mora que se encuentra en la zona cultural CICOM.
El propósito del encuentro literario, aseguran los organizadores, “consiste en difundir, entre la comunidad estudiantil de Tabasco, parte de su obra poética y narrativa, cuyo sello temático y carácter estilístico lo hacen un escritor de aliento universal”, y en ese sentido se suman muchos escritores locales.
Los primeros pasos

En los apuntes biográficos, se dice que Teodosio García Ruiz nació el 5 de mayo de 1964 en Cunduacán, Tabasco. Sus primeros recuerdos relacionados con la literatura son dos: una fuente pública con personajes de la mitología griega (quizá por eso le llaman la “Atenas de La Chontalpa”) y una biblioteca abandonada, llena de polvo y olvido. Sus primeros contactos con la literatura fueron orales, y se dieron en el trato cotidiano con su abuelo y su madre.
Y aunque no se dice, la presencia de su abuela queda constata con maestría poética en el poemario titulado “Mariángeles, mi abuela” que se publicó en el libro “Yo soy el cantante”, el primer gran libro del tabasqueño.
Su abuelo, don Antonio Ruiz Hidalgo, vivía en una ranchería llamada Huapacal. Con él, solía pasar mucho tiempo platicando y escuchando sus cuentos. Teo recuerda que, en las tardes de lluvia, su abuelo se acostaba en su hamaca y, mientras le contaba cuentos de los truenos, el monte y los jaguares, disfrutaban de sabrosas tazas de chocolate con queques. Esos cuentos le despertaron su imaginación y la inquietud por inventar los suyos, aunque todavía no sabía leer ni escribir.
Su madre, doña Mireya Ruiz Rivera, se sabía de memoria muchos poemas y declamaba muy bien. Ella cuenta que Teo empezó a escribir desde que estaba chiquito, en tercero de primaria, y que muchos de sus compañeritos se burlaban de él, diciendo que estaba loco porque se ponía a escribir él solo cosas en su cuaderno.
Una etapa muy significativa para su desarrollo humano fue su estancia en la villa La Venta, al noreste de Tabasco, muy cerca de Veracruz, en la llamada zona de sotavento del Istmo de Tehuantepec.
Su padre había dejado las labores agrícolas del campo para convertirse en obrero de Petróleos Mexicanos. En la Venta se estaba construyendo la planta petroquímica y desarrollando varios campos petroleros, por lo que concurría en esa zona un gran número de técnicos y obreros de distintas nacionalidades y regiones del país.
En ese entonces La Venta era una pequeña Babel, porque se escuchan los sonidos de diversos idiomas, se veían colores de distintas vestimentas y se disfrutaban sabores de las más variadas cocinas. Pero, lo que más le llamaba la atención del pequeño Teo eran las mujeres indígenas del Istmo, con su refajo de enaguas multicolores y el moreno dorso desnudo con sus bellos senos al aire.
Este ambiente, de los trabajadores embrutecidos por el alcohol, del niño sometido por el padre, de las muchachas violadas y engañadas, queda retratado desde la poesía en el libro “Nostalgia de Sotavento”, libro publicado por la UJAT que pareciera a ratos un ajuste de cuentas del poeta con su pasado y una celebración de la memoria infantil.
El primer taller

En el semblanza que proporciona los organizadores se dice que un evento que recuerda muy bien “Teo”, es el homenaje que se rindió al poeta de América, Carlos Pellicer Cámara, en la escuela secundaria estatal "Benito Juárez", allá en La Venta. El mismo lugar de donde el poeta Pellicer rescató las monumentales piezas olmecas de la devastación petrolera.
Como sea, a raíz de ese homenaje al poeta Pellicer que ya como autor se enfrentaría más tarde, Teo decidió desarrollarse como escritor aunque no sabía exactamente qué era ni cómo hacerlo.
Tras un breve retorno a Cunduacán para estudiar el tercero de secundaria, en 1979 llegó a Villahermosa para ingresar al Cebetis 32. Acababan de pasar las jornadas de cultura y humanismo por los 100 años del Instituto Juárez, a las que vinieron muchos escritores consagrados.
“Cierto día, en un pedazo de periódico, manchado de pescado, leyó unos poemas de Jesús Arellano y, abajito de ellos, el anuncio del taller literario de la UJAT”.
Allí conoció a Fernando Nieto Cadena, el conductor del taller, y sufrió la primera crítica mordaz a su trabajo poético. Pero no se dio por vencido y, a través de un arduo trabajo de lecturas, estudios y ejercicios de escritura, su talento natural se impuso y poco a poco, poema tras poema, logró completar su primer volumen, “Sin lugar a dudas”, que en 1985 fue editado por el gobierno del estado en su colección Autores Tabasqueños Contemporáneos.
Ese mismo año publicó “Textos de un falso curandero “y ganó el Premio estatal de la juventud, en la categoría de poesía. Al año siguiente, ganó los juegos florales de la batalla de Jahuactal. En esa época, empezó a colaborar en varias revistas locales y nacionales, como El Pochitoque Aluzado, La Nahuyaca, La Pizca, Manglar, Nexos, Revista Universidad de México, y Tierra Adentro.
En 1990, publicó “Yo soy el cantante”, poemario con el que ganó el Premio de la Fundación Cultural Meidet, y en 1992 dio a conocer “Leonardo Favio canta una canción”. Mientras era becario del FONCA en 1993, el programa cultural Tierra Adentro le publicó “Furias nuevas”. “Nostalgia de Sotavento”, un poemario crudo, desolador y reivindicador de su infancia y adolescencia, apareció en el 2003.
 
 
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